En los últimos años hemos visto como los criterios denominados “ecológicos” han sido y siguen siendo un elemento diferenciador para un producto, especialmente en el sector agroalimentario. Esta tendencia se va imponiendo a nivel europeo, incluso con algunos condicionantes de obligatoriedad en algunos países y por otro lado existe ya una demanda real por parte de los clientes mas concienciados con la sostenibilidad, hasta tal punto que están obligando a los mayores productores a implantar estos criterios mediante, no solo acciones encaminadas a la reducción del consumo energético, sino también a la reducción de su huella medioambiental, con la idea de satisfacer estas necesidades y por supuesto conseguir un nicho de mercado muy atractivo y que cada vez es mayor.
La auditoría energética en el proceso de elaboración del vino puede ser el primer paso para conocer el consumo energético y poder tomar medidas de ahorro energético, incluso con la utilización de energías renovables, pero el cálculo de huella de carbono y de huella medioambiental proporcionan una información mucho mas detallada, de todos los procesos incluyendo la cadena logística, la procedencia de los materiales, la utilización de recursos, etc.
En esto momentos, podemos ver distintas estrategias de comercialización del vino. Hay bodegas tradicionales con un vino excelente que no quieren que sus vinos se confundan con “vino ecológico”, principalmente por lo mal que se ha utilizado este termino y como lo ha percibido la sociedad, temiendo perder sus clientes.
Por otro lado existen bodegas, tradicionales y no tan tradicionales, que consideran los criterios de sostenibilidad y ahorro energético como clave, no solo para ser rentables, sino incluso para asegurar la calidad del producto final, produciendo también unos vinos excelentes con distintas denominaciones de origen.
Al fin y al cabo la elaboración del vino, en sus inicios, ya era ecológica y las bodegas ya tenía en cuenta la utilización de abonos orgánicos, así como su tratamiento para la conservación y embotellado sin agentes nocivos para la salud. Entonces la diferencia entre unas bodegas y otras es el conocimiento de lo que están produciendo, su concienciación medioambiental y porque no decirlo, sus objetivos comerciales y de apertura de mercados, en definitiva conocer su huella de sostenibilidad. Esto es lo que realmente marca la diferencia.
El vino no es solo gastronomía, también es turismo e incuso una forma de vida. Para ser el primero hay que arriesgar y escuchar a los clientes y en una economía global la demanda es la calidad y la sostenibilidad, pero sin olvidarnos que debemos ser eficientes y rentables y dedicar esfuerzos a adaptar nuestros procesos productivos a utilización de energías renovables. Sin duda nuestro producto y nuestros hijos en nuestro legado, lo agradecerán.
Por David Hernández. Consultor Energético. ArmoniE Energy Director de la revista de energías renovables Energiadehoy.com